Claudia Durastanti, la propia autora de la novela, es la protagonista de esta historia en la que no sabemos cuanto hay de realidad y cuanto de ficción. Es la historia de dos mudos rebeldes que negaron su discapacidad, su origen humilde, que emigraron de Italia a Estados Unidos, que volvieron a Italia y que así, se convirtieron a ellos mismos y a sus hijos, en extranjeros de todo.
Durastanti dice “La novela se gestó cuando mi padre contradijo la versión romántica de mi madre de cómo se conocieron (ella le salvó cuando él iba a suicidarse). El autoengaño es un mecanismo de supervivencia. La hermana de mi abuela, Joseppina, se mudó a Brooklyn a los dieciséis, y al día siguiente se llamaba Josephine y simulaba no hablar italiano. Vengo de una familia de impostores románticos, inmersos en una lucha que desafía al sentido común. Mi abuelo materno le compraba ‘walkmans’ a mi madre sorda. Incluso hoy, sus tíos no la consideran sorda, solo extraña. La rebelión de mis padres fue rechazar los conceptos de buen discapacitado y buen inmigrante.”
Los padres de la protagonista vivieron una época en la que la discapacidad no se aceptaba bien en las familias y era más bien ocultada al resto de la sociedad.
“Cuando los miembros de su familia intentaban hacer signos para hacerse entender, él los abofeteaba, apartaba las manos que se agitaban a su alrededor de una palmada: quería que la gente vocalizara bien las palabras para poder leerles los labios; él y mi madre vivían a kilómetros de distancia, pero habían adoptados las mismas estrategias de disimulo.”
La misma protagonista nos cuenta que entendía por qué su madre renunció a imponer su lenguaje particular ya que “la lengua de signos es teatral y visible, te expone continuamente. Te convierte inmediatamente en discapacitado. Sin los signos, puedes parecer simplemente una chica tímida y despistada.”
Claudia es extranjera principalmente por dos circunstancias: nacer en una familia cuyos padres son mudos y por tanto ya es particular en su forma de comunicarse, nacer en Estados Unidos en el seno de una familia italiana y volver a Italia, a los seis años.
Las propias características de su familia hacen que no tenga un apego ni una estructura familiar que le aporte seguridad en su vida. Por ello, su infancia es complicada y su adolescencia solitaria. Unido a la vivencia en distintas ciudades (Brooklyn, Roma, Londres o Basilicata) hacen que no se sienta de ninguna parte, que tenga una gran necesidad de pertenecer a algo.
Esta necesidad la veo reflejada en el transcurso de la novela y la forma de relacionarse con otras personas muestra esa falta de seguridad, la búsqueda de afecto, de cariño, de vínculo que no posee.
La discapacidad marca no tanto a la autora como al entorno de la misma. Cuando regresan a Italia tras su estancia en Estados Unidos relata: “En el pueblo había una extraña resistencia a la sordera de mi madre: alguno la llamaba a’merican, pero los de la generación anterior, la llamaban «la muda» pese a que hablaba demasiado y no era nada tímida. Nadie decía nunca, «la sorda»”. Ella entiende perfectamente la discapacidad porque es algo con lo que ha convivido toda su vida y lo ve natural.
"Casi todos perdemos con el tiempo un superpoder, sea la vista, un brazo o la memoria. La incapacidad de hacer cosas que deberíamos saber hacer, la imposibilidad de ver, oír, recordar o caminar no es tanto una excepción como un destino. Antes o después todos nos convertimos en discapacitados"