
Este relato muestra un hecho que todos los que tenemos cerca una persona con diversidad funcional conocemos. Nos enseña el coraje, la fuerza, el optimismo y la superación de todas las personas que tienen alguna limitación. La autocompasión y la mirada compasiva de otras personas no ayuda, entre otras cosas porque cada uno debe mirar dentro de uno mismo y comprender las propias limitaciones y luego hablar de las de otras personas que sean más visibles. La felicidad no depende de la incapacidad de realizar unas cosas u otras sino de la actitud y la fuerza de cada persona.
Aquí os dejo el texto A ella también le gusta el solecito que puede valernos para reflexionar sobre ello.
- Como a todos independientemente de que sufra parálisis cerebral y lleve 17 años abriéndose camino en el mundo, cuando a las mediodías sale el sol de enero, Elvira te mira de una forma tan especial que sabes que se muere por ir a la calle. Es entonces cuando mi escoba y yo cogemos nuestros trastos y nos vamos con ella, buscamos un banco al sol y nos aposentamos un buen rato hasta que “alguien” se acerca y me dice delante de Elvira:
-Pobrecita ¿es tu hija?
Y yo le contesto
– No, es mi amiga
– Ya, que pena.
– Que pena qué.
– Qué pena vivir así.
– Así como ¿sentada? Pues más descansada estará digo yo ¿verdad Elvira?
- Y ante la mirada extrañada y sorprendida de quien se ha acercado, Elvira utiliza su plafón para decirnos que está muy a gusto sentada pero que tumbada todavía estaría más descansadita…(es una cachonda) y nos echamos unas risas junto al “alguien” que se nos ha acercado.
– ¿Nos escucha? Pregunta “el alguien” sorprendido.
- Y entonces yo me pongo muy seria y contesto:
– Elvira tiene parálisis cerebral, sufre un trastorno permanente y no progresivo que afecta a su psicomotricidad, o sea a su aparato motor pero su cerebro está perfecto. Nos oye, nos entiende y se acuerda de todos nosotros cuando hablamos de ella y de su parálisis con ella delante sin tener en cuenta precisamente eso, que está delante…
– Vaya, lo siento. No quería ofender.
Y entonces “el alguien” se acerca mucho a Elvira, le sonríe y comienza a preguntarle en voz muy alta y de forma muy lenta:
– Elvira ¿Qué tal estás? ¿te duele mucho?
- Y es entonces cuando mi escoba no puede más y empieza a barrer las losetas del parque (porque o barre o se lía a escobazos con el “alguien” pelma que nos ha tocado)
– Elvira oye perfectamente, no hace falta que le grites- le digo.
– Claro, claro. Perdonad.
- Jeeesus pero por qué cada vez que salimos a la calle no podemos tener el rato tranquilito…
Yo agradezco que la gente se acerque a hablar con Elvira y a saludarle. De hecho Elvira es supersociable y extrovertida así que le encanta hacer amigos nuevos pero claro, siempre que dejen atrás las penas y los lamentos.
Gracias Carmen